Solidaridad

VECINOS Y VECINAS: Ayer sábado, en la parroquia local y en la capilla Santa ana se celebro con una hermosa misa el Día Internacional de la Solidaridad. Las palabras y las imágenes de nuestro amado Padre Alberto Hurtado Cruchaga nos transportaron con su ejemplo de vida a lo que es actuar en la sociedad teniendo siempre presente el 4° mandamiento; ama al prójimo como a tí mismo.
Una vida y ejemplos que emocionan y que nos invitan a reflexionar sobre nuestros propios actos en nuestra comunidad; en nuestra sociedad.
La palabra solidaridad proviene del sustantivo latín soliditas, que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido y compacto.
El concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente vinculado con el de fraternidad de todos los hombres; una fraternidad que les impulsa buscar el bien de todas las personas, por el hecho mismo de que todos son iguales en dignidad. También con los conceptos de responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación, participación
La Doctrina Social de la iglesia por su parte entiende por solidaridad «la homogeneidad e igualdad de todos los hombres y de todos los pueblos, en todos los tiempos y espacios; hombres y pueblos, que constituyen una unidad total o familiar, que no admite genéricamente diferencias y que obliga moralmente a todos y cada uno a la práctica de una cohesión social, firme, creadora de convivencia. Cohesión que debe ser de servicio mutuo.
La solidaridad es entonces una palabra de unión. Es la señal de que todos los hombres, de cualquier condición, se dan cuenta de que no están solos, y de que no pueden vivir solos, porque el hombre como es social por naturaleza, no puede prescindir de sus iguales; no puede alejarse de las personas e intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente.
Ser solidarios Significa entonces compartir la carga de los demás. Ninguna persona es una isla. Estamos unidos, incluso cuando no somos conscientes de esa unidad. Nos une el paisaje, nos unen la carne y la sangre, nos unen el trabajo y la lengua que hablamos. Sin embargo, no siempre nos damos cuenta de esos vínculos. Cuando nace la solidaridad se despierta la conciencia. En ese instante sale a la luz todo lo que antes estaba escondido. Lo que nos une se hace visible para todos. Y entonces el hombre carga sus espaldas con el peso del otro. La solidaridad habla, llama, grita, afronta el sacrificio. Entonces la carga del prójimo se hace a menudo más grande que la nuestra.
La Solidaridad abre puertas y fronteras. abre corazones y conciencias está llamada a impulsar los cambios que favorezcan el desarrollo de las personas y los paises, está fundada principalmente en la igualdad radical que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad mas profunda de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
Juan Pablo II expresaba muy claramente que el ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad era válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas.
La solidaridad nace del ser humano y se dirige hacia el ser humano. La solidaridad es un acto de justicia, porque vivimos en sociedad; porque todos necesitamos de todos; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos La solidaridad es justa porque los bienes de la tierra están destinados al bien común y los que, dada su buena fortuna tienen más, están obligados a aportar más en favor de otras personas y de la sociedad en general
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, dicen los evangelios, para añadir a las relaciones de justicia estricta, un nuevo elemento: la caridad. Para el cristiano, la solidaridad no se reduce a dar lo justo, lo mínimo exigible, ni a dar lo que me sobra, sino que el concepto de amar al prójimo va más allá. A la pregunta ¿por qué solidaridad? El cristiano deberá responder: por que es lo justo, y porque amo al hombre. Para el cristiano, la justicia no es medida plena de la solidaridad, sino solo su exigencia mínima. La solidaridad, justa de por sí, se hace plena y se enriquece con las nociones de amor, caridad y entrega.
La solidaridad debe ser impulsada por la convicción y la virtud: ¿qué sucede Cuando a un acto materialmente solidario le falta alguno de estos dos elementos? está viciado y no puede llamársele formalmente solidaridad. Aquél que da una billete a un mendigo, materialmente hace algo bueno: el mendigo podrá comer o comprarse unos zapatos; pero si este acto lo hace para que otras personas lo vean, para aparentar caridad, para ganar unos cuantos adeptos, entonces ese acto, que es materialmente bueno y solidario, se convierte no sólo en un acto deplorablemente infructuoso, sino además en un acto definitivamente egoísta, que lejos de engrandecer a la persona, la empobrece.
La solidaridad debe ser verdadera, tangible un compromiso del hombre y de la mujer, un servicio a aquellos cuyas vidas están ligadas a nosotros por su sola existencia.
La publicación de los resultados financieros de miles de empresas en estos últimos años ratifican las crecientes desigualdades en la distribución de la riqueza, ellas motivaron a que el Obispo GOIC a realizara hace tan solo unos días un interpelación a la sociedad toda, un desgarrador llamado a la solidaridad con miles de trabajadores obreros y empleados; al pedir un Sueldo ético para ellos.
La respuesta a tan necesario y urgente llamado de auxilio no se oye. Todos nos miramos unos a otros como si no se supiera a quienes va dirigida.

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