LA INGRATITUD QUE NO QUEREMOS..

Helada mañana la de hoy, sin embargo la magia del futbol, probablemente ha hecho que muchos de los miles de chilenos que ayer celebramos, cada uno a su manera, la victoria de la roja de todos, dispongamos hoy de un animo distinto, de una alegría que desborda nuestros deseos de ser alguna vez los mejores en una disciplina que lejos aparece como la de mayores adepto en el orbe. Solo eso basta para hacer de esta helada mañana, un día calido por que tiene que ver con nuestros sentimientos más internos.
Pero todo esto podría haber sido diferente. Si nos ponemos en nuestro imaginativo una jornada con resultado adverso. Como estaríamos o nos sentiríamos hoy? Esas son las veleidades de los sentimientos personales internos que son bombardeados por las acciones externas. Noticias y resultados que afectaran finalmente nuestra propia disposición personal.
El Como reaccionamos ante situaciones que pueden ser de nuestro punto de vista justas o injustas.
Quisiera compartir con Uds. hoy una sencilla historia que se, les hará reflexionar sobre lo doloroso que puede ser la expresión de un sentimiento. Veamos hoy la Ingratitud;
Don Juan Pablo era ya un anciano cuando murió su esposa.
Juntos durante largos años habían trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.
El mayor deseo que les ocupo durante su vida juntos era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicaron gran parte de su vida y su escasa fortuna.
A los 70 años Don Juan Pablo se encontraba ya sin fuerzas, sin esperanzas futuras, solo y lleno de recuerdos.
El solo Esperaba, esperaba que su hijo, ahora un brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días y los meses sin que este apareciera. Por ello un día decidió por primera vez en su vida pedirle un favor a su hijo.
Don Juan Pedro tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia, tenían una casa hermosa y un amplio patio.-
- ¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!
Ya sabes hijo que no me gusta molestarte, pero desde que murió tu madre me siento muy solo, además ya estoy cansado y viejo.
Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. No te molestaría que me quedara a vivir contigo?
¿Quedarte a vivir aquí?, sí... claro... pero no se si estarías a gusto… Tú sabes, la casa es chica, mi esposa es muy especial...y luego están los niños..
Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
No padre no es eso, sólo que... no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o sólo que no te moleste dormir en el patio..
¿Dormir en el patio? Bueno está bien hijo, igual podré estar cerca tuyo.
El hijo de don Juan Pablo llamó entonces a su hijo Luis de 12 años:- Dime papá.
- Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una manta para que se cubra en la noche.
Sí, con gusto papá... ¿y dónde va a dormir el abuelo?- Va a dormir en el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.Luis subió por la manta, en la pieza tomó unas tijeras y cortó la manta en dos partes.. En ese momento llegó su padre:
¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?-
Sabes papá, es que estaba pensando...
- ¿Pensando qué?
- En guardar la mitad de la manta para cuando tú seas viejo y vengas y me pidas ir a vivir a mi casa.
Lo que he querido compartir con Uds. con el sano propósito de reflexionar en familia sobre esta lamentable conducta.
La ingratitud que nunca quisiéramos para nosotros.